miércoles, 10 de octubre de 2012

Cuerpos "maquínicos" en espacios informacionales


En diálogo con una compañera de curso, Estela Kallay, llegó de su mano la inquietante idea de que “... de algún modo, las computadoras se vinculan con nuestras almas y sueños”.  Esto me dejó maquinando sobre cómo la vivencia de nuestros cuerpos se iba transformando en esta sociedad que varios cientistas sociales llaman post-corpórea, en la que la producción cultural implica la adopción de tecnología avanzada para conocer y comunicarse (Castells, 2002).
¿Qué cuerpos se hacen posibles en este mundo social? ¿Qué subjetividades se producen en el ejercicio de las nuevas tecnologías? Tirando de este hilo llegué al concepto de cyborg.
De la mezcla entre humano y máquina, entre formas de vida orgánicamente humanas y formas de vida ciberfísicas digitales, dice David Thomas (citado en Escobar, 1995), resultan cyborgs. A esta altura de la penetración de las tecnologías, ¿quién podría decir que no tiene extrañamente entretejida alguna máquina en su vida cotidiana? No estoy pensando solamente en un extremo marcapasos sino en ese celular que usamos como reloj-agenda-despertador-teléfono-máquina de fotos o esa netbook que es el mejor cuaderno que supimos conseguir.
Ante la pregunta de si hay una abolición de lo corporal en las nuevas relaciones sociales mediadas por las tecnologías, Le Breton (http://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2009/06/entrevista-david-le-breton-la-unica.html) plantea que hay una multiplicación de imaginarios. Conviven la voluntad de cambiar el cuerpo, la de escaparse del cuerpo –dimensión transhumana donde ubica al cyborg- y la idea de que somos solamente la información que contenemos y que, si pudiésemos transferirla a una máquina, pasaríamos a ser la máquina. Y concluye: “…por suerte, estamos lejos de la realización de estos imaginarios, porque todo el sabor del mundo pasa por el cuerpo, y si perdemos el cuerpo perdemos todo el sabor del mundo”.
Escobar (http://res.uniandes.edu.co/view.php/322/view.php) sostiene, sin embargo, que incluso la base orgánica de los cuerpos está siendo producida cada vez más en conjunción con máquinas. Llama la atención, a su vez, sobre la mediación de las narrativas científicas en el proceso de producción de sentidos de vida, de trabajo y de lenguaje. Reconoce el paradigma de la complejidad como el discurso científico que, desde las dos últimas décadas del siglo XX, instala la idea del fenómeno de auto-organización generado por sistemas complejos bajo ciertas condiciones –central en el planteo de la web 2.0 tal como la venimos conociendo desde los autores que nos acercan los módulos del curso.
En cuanto al enlace que se me arma con el espacio educativo y el trabajo docente, vuelvo a pensar en ese espacio áulico físico que se desarma y en una presencia que ya no se refiere exclusivamente al “encuentro de cuerpos”. Hay otras formas de estar que cobran valor. Por ejemplo, animarse a generar conocimiento en el intercambio colectivo de información, ejerciendo la capacidad crítica que la sociedad del conocimiento supone en sus ciudadanos protagonistas (http://es.wikipedia.org/wiki/Sociedad_de_la_informaci%C3%B3n_y_del_conocimiento).
Me parece que nuestro trabajo también implica acompañar en el ejercicio de esta ciudadanía –que pone en tensión fronteras de todo tipo- para no repetir sujetos consumidores sino favorecer la auto-creación de sujetos creativos. Alfabetizar en creatividad, diría Sir Ken Robinson. Aprender-enseñar-ejercer la actitud web 2.0, diría O´Reilly.

Deleuze y Guattari (1980), representantes de lo que Escobar llama paradigma de la complejidad en las ciencias sociales,  describen procesos maquínicos, estratificaciones y territorializaciones que devienen en las estructuras que conocemos.
Comparto el primer párrafo de la introducción de su libro “Mil mesetas”, en el que cuentan cómo lo hicieron. ¿No tiene sabor a colaborativo 2.0?
“Hemos escrito el Antiedipo entre dos. Como sea que cada uno de nosotros era varios, eso redundaba ya en mucha gente. Aquí nos hemos valido de todo cuanto podía acercarnos, lo más próximo y lo más lejano. Hemos distribuido hábiles seudónimos a fin de hacer el trabajo irreconocible. ¿Por qué hemos conservado nuestros nombres? Por costumbre, sólo por costumbre. Para volvernos irreconocibles a nuestra vez. No para volvernos imperceptibles nosotros mismos, sino aquello que nos hace actuar, sentir o pensar. Y, luego, porque es muy grato hablar como todo el mundo; decir ha salido el sol, cuando la generalidad de las personas sabe que es un modo de hablar. No llegar al extremo en que ya no se dice yo, sino al extremo en el que decir yo no tiene ya importancia alguna. Ya no somos nosotros mismos. Cada quien conocerá a los suyos. Hemos sido ayudados, absorbidos, multiplicados.”
Deleuze & Guattari
Rizoma, Mil mesetas

viernes, 28 de septiembre de 2012

Cibernauta tímida



Comparto las primeras notas sobre cómo voy pudiendo –o no- apropiarme de este espacio virtual y convertirlo en un lugar de reunión.
En principio, no pude escuchar la consigna clara de que los textos pedidos eran cortos y podían ser tentativos. Todavía sigo reescribiendo frases para desarrollar ideas en un archivo de texto, bien guardado en alguna carpeta ad hoc. Por otro lado, ser generadora de contenido suena a algo muy consistente. Ante la pregunta: ¿cuál es el contenido que estoy creando? todo aporte se me antoja demasiado leve. Por último, la percepción de estar “entre muchos”, esa multitud con la que se va generando una extraña vivencia de conexión desde el casi anonimato, me genera algo así como hormigas… en el estómago.

La construcción de una identidad como autor, puntea Tíscar Lara (http://www.slideshare.net/tiscar/uso-educativo-de-los-blogs ), es un proceso que se encuentra con distintas resistencias. Nombra el miedo a ser plagiado, el elitismo científico y el descrédito en la red. Agregaría otras más llanas: la vergüenza de pensar en voz alta, la adrenalina de estar creando una voz propia que puede tener ecos incontrolables.

Un cambio en la forma de preguntar sobre cómo estar aquí surgió a partir de escuchar la conferencia de Hernán Casciari (http://vimeo.com/2660151), en la que contrapone la subjetividad del bloggero como aquél que usa la herramienta porque existe, sin tener claro para qué, con la de aquellos otros que usan el blog como herramienta de trabajo, que se definen por otras identidades –me gusta el plural en este punto-. Entonces, ahora me pregunto: ¿Qué tengo para decir? ¿Qué me apasiona o me obsesiona un poco, como dice el conferencista?

Sin ánimo de generalizar, me parece que algo de esta tensión voy a tener que considerar a la hora de proponer en el aula un blog como lugar para convertirse en escritor/autor. Una estudiante universitaria compartió esta semana la siguiente situación, que viene a cuento si estoy pensando sobre cómo habilitar el espacio de ensayo para iniciar el viaje de construir la voz propia:

“… me decía una compañera una vez, sobre que ella leía diferentes autores pero que nunca había pensado la posibilidad de que ella misma alguna vez podía ser productora de uno, poder producir nuevos conocimientos, nuevas situaciones que generen reflexión. Tal vez porque esta instalado el acudir a la institución educativa para “ser iluminado” por el saber de otro que en realidad representaría simplemente un punto de vista.”


Y pongo a disposición un textito que me dio fuerzas a mí para empezar a probar:


"El poema siempre es provisorio y variable. Baudelaire afirmó paradójicamente que corregir es más importante que hacer. Desde el comienzo del poema, hasta su aparente final, que no existe. Ningún poeta puede olvidar las infinitas variaciones posibles de su poema, ni tampoco el extremo cuidado que exige cualquier corrección. Bajo este ángulo se comprende la arriesgada hipótesis de Valéry: publicar las diversas versiones de cada poema. Pero, como ocurre con todo, para seguir adelante hay que elegir una de esas variaciones, que hasta puede en algún caso no ser la mejor."


Roberto Juarroz
Fragmentos verticales, Casi razón, 202

viernes, 7 de septiembre de 2012

Apertura


Propone Peter Brook, en “Más allá del espacio vacío”:
"En Inglaterra, país que nunca había tenido un teatro nacional, se decidió finalmente, y por extrañas razones de orgullo patriótico, que debía construirse uno. Y así fue como me vi formando parte de un comité responsable de controlar los proyectos arquitectónicos. En nuestras primeras reuniones se plantaron preguntas como las siguientes: "¿Cuál es el ángulo ideal para el emplazamiento de las butacas?". Mi respuesta fue: "No pierdan tiempo haciendo planos del teatro; olvídense un poco de las matemáticas, de los tableros de dibujo. Mejor, dediquen tres o cuatro meses a establecer contacto con la gente de las más diversas ocupaciones. Síganlos, obsérvenlos en la calle, en los restaurantes, en medio de alguna discusión. Sean pragmáticos; siéntense en el suelo y miren hacia arriba; suban lo más alto que puedan y miren hacia abajo, pónganse de espaldas a la gente, en medio de la gente, frente a la gente. Y entonces sí, saquen sus conclusiones."
Me gusta retomar para inaugurar este lugar, que me imagino como una sala de ensayo, una de las ideas potentes de su propuesta: experimentemos con atención, con intrepidez, con ternura y pongamos toda esa vivencia a favor del conocimiento.

¡Bienvenid@s a esta obra en construcción!